Este día de la libertad de expresión me evoca la parábola del elefante cautivo (Disponible en http://es.catholic.net/aprendeaorar/32/250/articulo.php?id=10546) y no sinrazón pues revisemos el relato:
Cuando yo era chico, me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que este animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿qué lo mantiene entonces?, ¿por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: si está amaestrado..., ¿por qué lo encadenan?. No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que aquel momento el elefante empujó, tiró y sudó tratando de soltarse, y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro día y el que siguió.
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE. El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás, jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez.
Concluida la breve lectura, a los trabajadores de los medios les recordamos que la libertad de expresión es un derecho que se gana en denodada lucha y no del que se abusa, como lo hacen los dueños de los medios.
Los medios están plagados de información manipulada, contenidos tendenciosos y “opinadores” que cual mercenarios con su pluma, cámara o micrófono, asemejando ametralladoras, arremeten contra todo aquel que piense distinto o se excluya de de la adoración del capital y la gran empresa privada.
Contrariamente, los trabajadores de los medios tienen la voz embargada, no otra cosa significa el gran fracaso del Decreto Supremo N° 136 del 20 de mayo de 2009 que obliga a las empresas periodísticas a destinar diariamente, en sus páginas de opinión, el espacio equivalente a un editorial, para que sus redactores y reporteros, afiliados a los sindicatos de las Federaciones de la Prensa, puedan expresar libremente sus ideas mediante comentarios firmados, norma jurídica también aplicable, de manera similar, a las empresas de radiodifusión y de televisión.
De los esporádicos espacios que utilizan los trabajadores, un gran número tiene un contenido servil hacia los dueños de los medios y los pocos que se revelan son elocuentes de que la censura y la represalia aún están presentes.
No es pues con decretos que se resuelve esta arista de la libertad de expresión. La verdadera manera de desarrollar este derecho pasa por potenciar la organización de los trabajadores de los medios y de todos los sectores laborales, devolviéndole a la asamblea general el valor democrático que tiene y jamás subalternizando burocráticamente a los sindicatos como lo está haciendo el gobierno.
Así, este 3 de mayo nos encontramos nuevamente con ese poder de los medios –el único que no admite contrapoder-, irónicamente, clamando por libertad de expresión y a los trabajadores de los medios con la boca cerrada. Queda claro: los compañeros trabajadores de los medios (el elefante) se acostumbraron a su cadena y aunque la estaca que los sujeta (los propietarios de los medios) es débil han abandonado el intento por liberarse (tomar parte en la construcción de una sociedad con acceso a una información verás).
Ya la Biblia refiere que Los gallos cantan cuando alguien miente, esto explica por qué los periódicos se editan al amanecer.