viernes, 23 de abril de 2010

La Biblioteca viva

Hoy que celebramos el Día Internacional del Libro y como se acostumbra en algunas efemérides, –tomado de uno de mis más polvorientos y apreciados libros-, les tengo un regalo a quienes ven en ese preciado bien una fuente de felicidad:
            Cuenta el escritor ruso M. Ilin que había una vez en Roma un rico comerciante que se llamaba Itelio. Se cuentan maravillas sobre sus riquezas fabulosas. Su palacio era tan grande que habría podido contener a todos los habitantes de la ciudad. Cada día se reunían alrededor de una mesa trescientas personas, elegidas entre los ciudadanos más eminentes y más cultivados.
            En casa de Itelio no había solamente una mesa; habían treinta, todas cubiertas de magníficos bordados de oro.
            Itelio hacía servir a sus invitados los manjares más delicados, pero en esa época se tenía la costumbre  de recibir a los invitados ofreciéndoles no solamente manjares escogidos, sino también los placeres de una conversación fina y espiritual.
Pero a Itelio no le faltaba nada; excepto instrucción. Apenas sabía leer, La gente que aceptaba sus comidas con placer, se reía de él en secreto.
Sostener una conversación en la mesa le era imposible y si conseguía hacerse escuchar, notaba que sus invitados apenas podían disimulaban sus sonrisas.
Esto era para él insoportable: Pero era demasiado perezoso para estar inclinado mucho tiempo sobre un libro y no tenía costumbre de darse malos ratos. Itelio reflexionó largamente sobre la manera cómo podría mejorar esta situación y he aquí lo que al fin resolvió.
Ordenó a su mayordomo elegir entre sus numerosos esclavos doscientos de los más inteligentes y de los más instruidos. Cada uno de ellos debía aprender cierto libro de memoria. Por ejemplo, la Ilíada, la Odisea, etc.
Esta fue una tarea muy dura para el mayordomo, el cual debió aplicar muchas correcciones a los esclavos antes de poder realizar los deseos de su señor.
Pero cuando llegó a conseguirlo, ¡Qué placer para Itelio que tenía al fin una biblioteca viva!
En la mesa cuando llegaba la hora de la conversación, no tenía más que hacer una seña a su mayordomo y de la fila silenciosa de esclavos, de pie contra el muro, se destacaba uno hombre que  recitaba un pasaje apropiado. Los esclavos llevaban los nombres de los libros que se habían aprendido de memoria; uno se llamaba Odisea, otro Ilíada, el tercero Eneida, etc. etc.
Itelio estaba encantado. Toda Roma hablaba de su biblioteca viva; jamás se había visto una cosa parecida. Pero esto no podía durar, y un buen día, un incidente hizo que toda la ciudad se riera del millonario ignorante.
Después de comer, la conversación versó, como era de costumbre, sobre temas literarios. Se hablaba de cómo los hombres festejaban en la antigüedad.
-Yo conozco sobre eso un pasaje célebre en la Iliada –dijo Itelio, haciendo seña a su mayordomo-. Pero éste se había echado de rodillas, y con una voz temblorosa de espanto murmuraba:
-Perdóneme, señor: Ilíada tiene hoy dolor de estómago.
Desde entonces han transcurrido más de dos milenios y  a pesar de las numerosas bibliotecas, no se puede prescindir por completo del libro vivo, es más, se hace cada vez más necesario.
Para demostrarlo recordemos que recientemente BBC Mundo, al referirse al por qué las escuelas finlandesas son tan buenas, -en 2006, los estudiantes de Finlandia lograron el mejor promedio en las calificaciones de ciencia y lectura de todo el mundo desarrollado- mencionaba que los padres finlandeses, reclamaban cierto mérito por los impresionantes resultados escolares de sus hijos por practicar la cultura de leer con los chicos en casa.
Así también, entre nosotros, los libros vivos son los padres, abuelos o maestros  que responden a las preguntas de los niños y que les cuentan bellas historias (tomadas de los libros, claro está).
¡FELIZ DIA DEL LIBRO!

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