Desde siempre los impuestos han sido resistidos por el grueso de los contribuyentes. Muchos célebres casos se recuerdan. Nos viene a la memoria el celebrado pintor español Dalí, escabulléndose de las odiosas declaraciones de impuestos; también el histórico Al Capone dando con sus huesos en la cárcel por evasión de impuestos, antes que por sus mayores fechorías y no pocos artistas y estrellas del deporte que las han visto negras por esta causa, amén de políticos que acabaron su carrera por estos deslices que les descontaban sus obligaciones pecuniarias para con el Estado. Pero lo que más ha llamado nuestra atención, a este respecto, no han sido estos notables ni la tozuda resistencia a pagar impuestos de ese amplio sector de la población que se protege bajo el manto benigno de Régimen Tributario Simplificado –entre los que hay un buen número de pícaros mayoristas y contrabandistas que debería enlistarse entre los grandes contribuyentes-; sino la acalorada resistencia de las brujas y hechiceras rumanas que, de seguro, marcarán ruta para que nuestros yatiris, jampiris, callawayas y demás hechiceros, médicos y herbolarios originarios, se nieguen a pagar impuestos so pena de echarles alguno de los sortilegios, con que nos deleitan los relatos de “Brujerías en Bolivia” de nuestro monumental Antonio Paredes Candia, a los siempre incomprendidos servidores públicos de Impuestos Nacionales. Bajo estas circunstancias, no les envidio su trabajo.
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