¿Qué vemos?... ¿Qué percibimos?... ¿Qué sentimientos e ideas provoca en cada uno de nosotros la realidad que nos rodea? Si somos honestos con nosotros mismos, reconoceremos que tenemos una percepción limitada de los elementos de nuestro entorno.
¿Hasta qué punto las representaciones de lo que percibimos reflejan fielmente los elementos del mundo real? Por ejemplo, a todo lo que vemos y oímos en la televisión, en el cine, la radio o la Internet -y que son solo representaciones de la realidad- nosotros le atribuimos un significado de “realidad” y no pocas veces luego tenemos que “desengañarnos” de “esa” realidad.
La realidad es, sin embargo, algo mucho más complejo y variado que aquello que percibimos. Muchas de las informaciones visuales, sonoras, táctiles o kinéticas (movimientos), no pueden ser captadas por nosotros, ni procesadas por nuestro cerebro. Es el caso de los rayos ultravioleta que solo son percibidos por animales, como las abejas, o de los infrasonidos que el oído humano no alcanza a distinguir. Lo mismo ocurre con aquellos objetos que se mueven a gran velocidad y con los engaños que nos hacen inveteradamente nuestros políticos. Así que, tal vez y volviendo a la percepción de la realidad, la belleza de nuestra amada no sea tal y sea otra, o nuestra figura sea más grotesca que la de quien despreciamos en razón de raza, nacionalidad, renta, religión u otra condición.
Digamos que además de esta deficiente asimilación de la realidad, nuestra percepción se nutre de la imaginación –nos sumamos a quienes creen que la cosa va para bien- y con ella se esfuerza por complementar la realidad. Y aún así, no podemos representarnos la realidad “tal cual” es. Agréguense a lo anterior “los comentarios” de quienes nos dicen “cómo es la realidad” (Cayetano LLobet o el cura Pérez Iribarne, por ejemplo), con lo que la realidad se convierte en un fantasma y quedamos tentados de adherirnos a esas teorías científicas que hasta cuestionan la realidad de la materia, aquellas que nos dicen que la realidad misma, entendida como algo objetivo que se encuentra ahí fuera, ha dejado de existir y que es sólo una ilusión.
Y es que, irremisiblemente, no terminamos de palpar nuestra realidad –tal vez por eso también muchos políticos se dan de cabeza con ella y repetidamente- , sino piensesé en un anillo de oro que nos puede parecer muy sólido y valioso, pero que en realidad está formado casi completamente por espacios intermoleculares vacíos (o aparentemente vacios). Y para rematar este lúgubre panorama, todavía nos jactamos -con ese barbarismo que ya cansa- de “leer adecuadamente la realidad”
Para finalizar. Si algo claro de la realidad podemos decir entonces, es que su percepción es una construcción cultural –CNN versus TELESUR sugieren dos construcciones culturales distintas- a la vez que individual –cuando el sujeto ha definido una determinada configuración de su realidad por su propia vivencia- ya sea un burgués, un obrero o un desocupado; así que la única verdad es MI realidad -como para cada individuo- y esa es que ya es hora de dejar de ver lo material e inanimado a lo que atribuimos excesiva importancia –de lo que jamás nos haremos un espejo- y sí de contemplar lo que es invisible a los ojos: el alma humana. Puesto en buen romance: Son más importantes los seres humanos que las mercancías o los capitales. Es más importante EL SER que EL TENER y lo digo porque no me pueden ser indiferentes dantescas fosas comunes de inmigrantes que sólo buscaban mejores condiciones de vida y encontraron una horrorosa muerte.