Que el primer presidente de la República Argentina fuera el insigne potosino Cornelio Saavedra es cosa muy conocida. Que el aporte potosino a la renta nacional fuera capital por gran parte de la historia nacional, también; pero que la primera exportación del hermano país argentino fuera de plata potosina, es una información muy poco difundida y peor conocida.
Muchos argentinos conmemoran el día de la industria nacional de su país cada 2 de septiembre. Y es que el 2 de Septiembre de 1587 se hizo la primera exportación desde esas tierras, que entonces ni siquiera eran Virreinato del Río de La Plata.
El que exportó no fue un industrial, no fue un empresario, fue un Obispo: el Obispo Victoria. Esa particular fecha lo que aparentemente se exportaba eran tejidos y bolsas de harina, sin embargo algunos historiadores consideran a ésta como una efeméride oscura e insólita, entre ellos Felipe Pigna quien lo explica así:
“Debe haber pocos países en el mundo (...) que para homenajear a su Industria Nacional, elijan un hecho delictivo, concretamente, un episodio de contrabando”
Esta versión de los hechos fue escrita por Pigna en su libro Mitos de la Argentina. Aparentemente ni el obispo ni aquella primera exportación deberían ser motivo de orgullo para la historia argentina.
¿Qué sucedió ese 2 de Septiembre? La carabela San Antonio “llevaba en bodegas un cargamento de tejidos y bolsas de harina producidos en la próspera Santiago del Estero.
Dentro de las inocentes bolsas de harina, según denunció el gobernador del Tucumán Ramírez de Velasco, viajaban camuflados kilos de barras de plata provenientes del Potosí, cuya exportación estaba prohibida”, escribió Pigna.
“Es decir que la “primera exportación argentina” encubre un acto de contrabando”
Por lo demás el Obispo era poseedor de 20 mil indios esclavos y tiene entre otro de sus hitos haber sido el primer importador de esclavos a Buenos Aires.
Cuenta Pigna que “la nave del ‘Día de la Industria’ emprendió su regreso con 120 pasajeros involuntarios (esclavos destinados a las minas de Potosí)”
Sin embargo, no llegaron a Puerto porque el pirata inglés Thomas Cavendish los abordó y se robó el barco con toda la mercadería y la mitad de los esclavos”.
Este breve apunte de la historia aduanera, es igualmente expresivo –como mucho de lo escrito en la historia- de cuanto ha dado Potosí a propios y extraños, de su gente y sus riquezas, y –lamentablemente- cuan poco ha recibido.
Estamos seguros que a futuro la generosidad del pueblo potosino no variará, pero demandamos enérgicamente que la retribución de los gobiernos bolivianos sí lo haga, proporcionando al hermano departamento de Potosí las mínimas condiciones para su desarrollo.
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