El Primer Ministro Soviético Nikita Khrushchev, muerto ya en 1971, protagonizó un original incidente –en plena Guerra Fría-, cuando enfurecido golpeó con su zapato su propio estrado de delgado, durante la 902a reunión plenaria del Asamblea General de la O.N.U sostenida en Nueva York en 12 de octubre 1960.
Muchas versiones se tejieron sobre este insólito evento. De entre ellas las siguiente dos me agradan más:
La primera referida por la bisnieta de Khrushchev, Nina Khrushcheva, afirma que Khrushchev usaba los zapatos nuevos y apretados de modo que él se los quitó mientras estaba sentado. Cuando él comenzó a golpear la tabla con su puño durante su respuesta enojada, su reloj se cayó y entonces, al recogerlo, tomó el zapato para seguir golpeando.
La segunda es del propio Nikita Khrushchev quien dijo (mencionando otro incidente también con un zapato): “Recordando los informes leídos sobre las sesiones de la Duma en Rusia, decidí agregar un poco más calor. Saqué mi zapato y lo golpeé en el escritorio de modo que nuestra protesta fuera más ruidosa.“
Un otro episodio se dio –también con un zapato- el 14 de diciembre de 2008, durante una rueda de prensa celebrada en Bagdad, cuando un reportero iraquí lanzó sus zapatos contra el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Cuando Bush se dirigía a los periodistas fue interrumpido desde la tercera fila por el corresponsal del canal de televisión Al Bagdadía, que gritó “Este es el fin”, se levantó con un zapato en la mano y se lo arrojó mientras llamaba “perro” al mandatario estadounidense, que logró esquivarlo. Inmediatamente después, el periodista iraquí le lanzó su otro zapato y de nuevo erró su objetivo.
En Irak, igual que en gran parte del mundo árabe, arrojar un zapato es una de las mayores ofensas que se pueden cometer contra una persona, al igual que llamarlo “perro”.
No creo que la transversalidad del zapato y la política terminen aquí. De seguro que ya se produjeron otros acontecimientos similares y habrán otros tantos más a futuro. Lo que nos hemos propuesto es hacer un inventario de las sorprendentes formas de protestar que tienen los seres humanos y ésta es una destacada de ellas. No cuenta para este propósito la presencia de Zapatero en España, a menos...... que se saque el zapato y proteste con él.
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