Recuerdo haber leído una nota de prensa en la que se daba cuenta que el ex-presidente boliviano Jorge Tuto Quiroga, a la finalización de su mandato, fue contratado por el F.M.I. Deduje entonces que se trataba de una gratificación al ex-mandatario por haberse mostrado tan solícito con las misiones que anualmente enviaba este organismo financiero internacional a Bolivia para asegurar la aplicación de sus impopulares recetas.
En otra latitud, y ahora que Barak Obama ha relevado a su antecesor (me niego a escribir su nombre), no dudo que este ex-presidente ya tenga importantes asignaciones de también importantes empresas que estarán deseosas de contar con la información privilegiada que éste posee. Así fue antes y así seguirá siendo, pues dado que el límite entre lo público y lo privado es impreciso, los hombres públicos terminan percibiendo pingues ingresos privados por su eventual paso por el gobierno. Sólo pensemos que en razón de planificación económica, a futuro habrá millonarias y seguras compras para las que la información anticipada resulta ser un privilegio determinante. Este también es un tema de competencia.
Agreguemos a lo anterior la referencia de los ingresos del ex primer ministro británico, Tony Blair, beneficiado por cobros de 210.000 euros de una compañía de fondos de inversión sospechosa de haberse beneficiado de la crisis y de muchos pagos por sus conferencias sobre "cómo ganar dinero" que han subido su fortuna a millones de euros.
Todo esto solo configura una evidencia: Los gobernantes -salvo honrosas excepciones- dicen procurar el bien común, cuando lo que en verdad anima su paso por el escenario del Estado es la mezquindad.
En el caso del presidente Evo Morales, cuando finalice su mandato y siempre y cuando no sea alcanzado por aquello de que "el poder corrompe", imaginamos la continuación de su activa vida política, pero en el nivel de alguna organización internacional multilateral ligada a la defensa de la tierra y/o los pueblos originarios.
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