lunes, 22 de noviembre de 2010

Nostalgia por un viejo libro que antaño enfrentaba un mal de hoy

“El Renovador De La Naturaleza”  del Soviético Viacheslav Lebedev de Ediciones Siglo Veinte, del año 1948 y 251 páginas. Se trata de la historia de Michurin (Iván Vladimírovich Michurin n. Dolgoye, 1860 – m. Michurinsk, 1935) Agrónomo y genetista soviético que pese a su escasa formación, estaba dotado de una especial intuición para cruzar árboles frutales y hacerlos así más resistentes al frío invierno de la Rusia central. Tuvo la oportunidad de ver de cerca una gran variedad de plantas y árboles frutales que le permitieron conseguir unas 150 variedades de frutales mejorados debido a la manipulación genética.
Michurin rechazó desde el principio las teorías de Mendel sobre la herencia genética, y sostuvo que los caracteres hereditarios se pueden llegar a modificar si el medio que rodea al individuo favorece ese cambio. Con esta teoría llegó a desarrollar más de 300 tipos de árboles y bayas nuevos para demostrar su hipótesis sobre la herencia de los caracteres adquiridos. Trabajó con métodos cuya base era la selección de plantas y comenzó sus experimentos trasladando al norte plantas procedentes del sur.
Cuando las teorías de la herencia mendeliana sobre la obtención de las bayas de guisantes puras (que dieron lugar a toda una teoría sobre la genética todavía hoy vigente) fueron rechazadas por el gobierno ruso, las teorías de hibridación de Michurin, recogidas por T. D. Lysenko, cobraron gran fuerza y fueron de hecho adoptadas como las teorías oficiales del gobierno soviético en materia de genética, pese a que en los círculos científicos de todo el mundo la teoría fue recibida con gran escepticismo.
Planteando actualidad para este antiguo libro, creo que en nuestros días debería reponerse el valor de los esfuerzos de Michurín para contrastarlos con los atrevimientos irresponsables de la manipulación genética tan agresivamente alentada por intereses corporativos y en contrario de lo orgánico y lo sostenible.
Pero, volviendo al regalo, fue mi hermana mayor quien me lo obsequió en mi 9no cumpleaños. Contenía una halagadora dedicatoria que aún recuerdo. Con letra perfecta y expresiones sentidas me descubría los encantos del amor por la lectura.
Por mis constantes cambios de residencia perdí este ejemplar, por el que hoy siento nostalgia, y que hasta hoy no he podido reponerlo. En esa mi avidez por comprar libros (los compro en más número usados), abrigo la esperanza de que cuando encuentre éste título, sea el que me dedicó mi hermana.

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