lunes, 14 de junio de 2010

“PREFIERO SER MARCIANO QUE LATINOAMERICANO”

En nuestro medio uno de los títulos iniciales para quienes se encausan por el área de integración es, “Bolivia y la Integración Andina” de Edgar Camacho Omiste. En él, cuando se hace un recuento de los obstáculos y problemas tradicionales de la integración económica regional, se pretende responder  a la pregunta: ¿Es América Latina una nación? Echando mano de la teoría desarrollada por Konstantinov y entendiendo que la nación, posee entre sus rasgos la existencia de un idioma común, la comunidad de territorio, de vida económica y de psicología, reflejada ésta en las peculiaridades específicas de una cultura;  se alerta que esta colectividad humana, además de ser una categoría histórica, corresponde a la época de ascenso del industrialismo.
En la presente nota apenas nos proponemos comentar ese cuarto componente de una nación: la particular psicología o la fisonomía espiritual de los latinoamericanos y es que, verdaderamente, nuestra identidad latinoamericana en gestación se aprecia en la impresión a fuego de nuestra historia común, en la arquitectura de nuestras ciudades, las artes plásticas, la literatura, la música, la gastronomía, el folclore y hasta en algunas taras –que las poseemos como todas las demás naciones-, pues recientemente BBC Mundo especulaba sobre si la impuntualidad era una rasgo latinoamericano.
Quizás otra característica esencial, de esta nuestra particular psicología de latinoamericanos, sean nuestras desequilibradas relaciones con los Estados Unidos de Norteamérica, tan deformadoras de nuestra vida económica, política y cultural. Y lo digo porque, participando de un foro sobre la reciente muerte de un niño mexicano a manos de guardias del servicio de fronteras norteamericano, en la frontera de esos dos países, un participante -más boliviano que el chuño-, haciendo una repugnante defensa de esa acción criminal, concluía proclamando: “prefiero ser marciano antes que latinoamericano”. Y le doy la razón: su actitud y la de quienes haciendo escarnio de los Derechos Humanos erigen muros de contención a seres humanos, no es de este mundo, es más probable que lo sea de la aridez de  Marte.
En homenaje a esa nueva víctima que nos une en solidaridad con quienes le sobreviven, digamos que efectivamente, nuestras desequilibradas relaciones con los Estados Unidos de Norteamérica afirman nuestra identidad de latinoamericanos. No otra cosa significa que  amemos fervorosamente la vida y la naturaleza. Un rasgo que no encontramos en nuestros vecinos del norte.
Eduardo Galeano nos dice que la mejor manera de colonizar una conciencia consiste en suprimirla, éste parece ser el caso del marciano de nuestra historia. Sin embargo  y por encima de ello, la cultura latinoamericana  se está edificando junto a las bases materiales de un poder independiente de centros extranjeros y por oposición a la América Anglosajona.

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